Mi nombre es Roberto. Nací en Managua, Nicaragua, en julio de 1988. Empecé a escribir desde pequeño. ¿Qué escribía? Poemas existenciales y cuentitos de terror. Cuando ingresé en la carrera de Comunicación Social iba convencido de que me dedicaría a la prensa escrita; no obstante, la oferta laboral audiovisual devino antes. Acepté porque implicaba no salir en cámara; por el contrario, necesitaban quién escribiera una historia.
El proyecto no se realizó. La historia era buena, pero el guión era un desastre. Lo importante fue que me sirvió para definirme profesionalmente: quería ser guionista. No está de más decir que en mi país no existía en ese tiempo la carrera de cine, mucho menos existían cursos de guión a los que se pudiera acceder periódicamente. Diez años después, la carrera de cine continúa sin existir, y los cursos se presentan de vez en cuando, cada tanto.
Me tocó formarme por mi cuenta mientras trabajaba como “realizador” en la televisión local de mi país. He sido documentalista, he sido editor, he sido camarógrafo, productor, periodista, iluminador, chofer, administrador, diseñador gráfico, artista de guión gráfico, locutor. He sido todo, menos cineasta.
Alguien se podrá preguntar ¿qué mérito puede tener una persona que no ha realizado una película en su vida para hablar de guión? ¿cómo creer en una persona que jamás ha publicado un libro o una novela para que venga a hablarnos de tramas y personajes? Creo que son incertidumbres válidas.
La respuesta que tengo para ellas es que no tengo ningún mérito. Simplemente he trabajado muchos años en el audiovisual y he experimentado desde mi propia perspectiva algunas oquedades, que pueden obedecer directamente al contexto de mi país, pero que no está de más compartirlas a cualquier persona interesada en narrar, sea de donde sea.
Pero también he adquirido experiencia y he consumido información que he procesado de forma tal que hoy se convierten en este proyecto: fomentar la narración de historias. Y más importante aún, saberlas convertir en proyectos concretos.
Obviamente no pienso ser la solución a todo, y sé que aprenderé más de todos ustedes que ustedes de mí. Sin embargo, sí espero serles de utilidad… al menos para despertar la curiosidad ¿en qué? Yo no sé a dónde irán a parar dos, cinco u ocho años después de leer esto. Si algo he aprendido en este ir y venir, es que cuando uno llega a un sitio, sea durante un instante o sea durante un lapso mayor, el polvo de este queda en nuestras suelas y lo arrastramos a todas partes; además toda situación futura se abona con rastrojos del pasado. Así que, si hoy están acá, muy probablemente les servirá para mañana.
También hago pan, me gusta la astronomía, caminar, correr, nadar y meditar. Me gusta ver el interior de las casas ajenas cuando camino por la calle. Aprecio la soledad, el verano, el cielo azul y el calor moderado. En los demás aprecio el compromiso y el ser consecuente a la palabra. Puedo ser muy terco y a veces cruel. Pero de estas cosas, no les hablaré acá.
Sean bienvenidos y bienvenidas a esta andanza. Un abrazo.
Atte. Roberto